Un héroe de Malvinas con máxima condecoración

La historia del suboficial principal “VGM” (R) Pedro Prudencio Miranda

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23-05-2024.
 Las hazañas del veterano de Guerra de Malvinas son consideradas un símbolo del verdadero arrojo

Por Lic. Juan Carlos Marrazo / Fotos: Gentileza del SP “VGM” (R) Pedro Prudencio Miranda

Noticias en Vuelo tomó contacto con el suboficial principal “VGM” (R) Pedro Prudencio Miranda, el armero que desactivaba bombas en el Conflicto del Atlántico Sur para conocer en primera persona cómo llevó a cabo cada una de las misiones que dieron muestra de verdadero arrojo y le valieron la Cruz al Valor Heroico en Combate. Esta es su historia.

Mi formación como mecánico de armamento, comenzó siendo aún un niño. En el año 1965 ingreso en la Escuela de Aprendices Operarios de la V Brigada Aérea, Villa Reynolds, provincia de San Luis (al ingresar tenía 12 años de edad), allí es dónde elijo como especialidad de armamento. Egreso en diciembre de 1967, con la especialidad de mecánico de armamento”, recuerda el suboficial principal.

En el año 1968, ingreso al ex Centro de Instrucción Profesional de Aeronáutica (CIPRA), actual Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Ezeiza, egresando ese mismo año con el grado de cabo y con la especialidad adquirida anteriormente”, afirma Miranda.

Buque de transporte ELMA Formosa

En el libro “La Fuerza Aérea en Malvinas” de la Comisión Batalla Aérea por nuestras Islas Malvinas, se reseñan las hazañas del suboficial principal Miranda.

Durante el Conflicto, en las Islas Malvinas, al sur de Bahía Enriqueta, entre Puerto Argentino y la isla de Bougainville realizando un vuelo bajo, la escuadrilla Trueno, a cargo del capitán Pablo Carballo descubrieron en el atardecer una silueta de un barco recortada en el horizonte.

Parte de la espoleta de la bomba que impacta en Buque ELMA Formosa, que el suboficial guarda como una reliquia

A la distancia se distinguía un armazón de hierro semejante a los petroleros que acompañaban la flota, que anteriormente los pilotos habían visto en fotos. El capitán Carballo tomó altura y soltó las bombas. Continuó orillando las islas hasta Puerto Argentino, viró rasante invirtiendo el rumbo. En la distancia, comprobó que el barco atacado navegaba ileso. Decepcionado, armó los cañones y disparó una ráfaga por encima de las chimeneas. Se alejó mientras escuchaba por radio la alegría de los numerales que volvían ilesos. Este júbilo se volvió preocupación cuando Carballo se enteró que había bombardeado al buque ELMA Formosa. Por fortuna no hubo bajas. Una bomba sin explotar quedó alojada en la bodega.

Al regresar la escuadrilla a su base de despliegue, y ante la información brindada, se conoció la noticia de que habían atacado un buque logístico propio.

Tras haber sido atacado por error el día anterior, el buque de transporte ELMA Formosa llegó a Río Grande con una bomba de 250 kg alojada en la bodega. Para retirarla, se le ordenó a la tripulación que evacuara el navío y permitiera que el suboficial auxiliar Pedro Prudencio Miranda, encargado del servicio de armamento del I Escuadrón de M-5 Dagger, desactivara la espoleta. En un acto que lo enaltece, el suboficial Miranda se ofreció en forma espontánea y voluntaria para realizar esta riesgosa tarea.

Tras recibir la autorización, se trasladó solo y sin equipo protector hasta el buque en un bote de goma. Una vez establecido en el lugar, Miranda observó que, producto del impacto, la espoleta estaba partida en varias partes y metida en la bomba. No consiguió desenroscarla, por lo que debió desincrustarla lentamente y por partes, logrando volver inerte el explosivo.

El día 2 de mayo, a primeras horas de la tarde, el jefe del Escuadrón Técnico del Sistema de Armas Mirage M5 Dagger (primer Escuadrón desplegado en la Base Aeronaval Río Grande, Tierra del Fuego), el teniente Rubén Galetti, me dice que, por orden del jefe del Sector de Defensa Río Grande, comodoro Carlos Corino, tenía que designar a un especialista en armamento, el cual sería trasladado hasta un buque que había sido impactado con una bomba, que no había explotado”, comenta Miranda.

Mi repuesta fue inmediata que yo iría al buque (cabe destacar que en ese momento desconocía de que buque se trataba y la procedencia de la bomba)”, declara el suboficial principal y agrega: “Hasta el día de hoy, siento que simplemente tome la decisión que me correspondía, era el superior y consideraba y considero, que en estos casos el más antiguo debe estar siempre a la cabeza de los problemas”.

Respecto a impedimento por parte de la superioridad sobre mi decisión tomada, debo destacar como sucedieron los hechos. El teniente fue a ver al comodoro y le comentó mi decisión, a lo cual el comodoro rechazó mi ofrecimiento. Al regresar el teniente me dice, que por orden del comodoro designará a un personal soltero, a lo cual me negué insistiendo que concurriría yo. Esto ocurrió en dos oportunidades”, manifiesta el veterano de Guerra de Malvinas.

En la segunda vez que regresa el teniente con la negativa que fuese yo, y mientras estábamos conversando sobre mi insistencia, llega el comodoro Corino y me dice ‘Miranda designe a alguien soltero’. Le insisto que yo acudiré al buque, a lo que él me pregunta ‘¿Miranda usted no es casado? ¿No tiene hijos?’ a lo que le respondí ‘Sí, pero ahora esta es mi responsabilidad**’**. Con lo cual él me dijo ‘Miranda haga lo que usted decida, no es una orden’, con lo cual me deja la disposición de concurrir o enviar a otro especialista”, comenta el suboficial principal.

A continuación, me dice que pasará un helicóptero a buscarme y que la bomba podría ser propia (refiriéndose a bomba lanzada por un avión argentino)”, declara Miranda y agrega: “En este punto quiero dejar claramente expuesto la superlativa calidad de jefe y más aun de persona de quien se desempeñó como jefe del Sector de Defensa de Río Grande, comodoro Carlos Corino”.

Para esta labor, Miranda podría haber designado personal subordinado, pero no dudó en asumir el desafío por sí mismo y sin asistencia, preservando a sus hombres a su mando.

El navío Formosa regresó a Río Grande y quedó fondeado de la Bahía San Sebastián a 20 millas náuticas de la costa. La bomba sería desactivada por el entonces suboficial auxiliar Pedro Miranda, armero del I Escuadrón Dagger, con asiento en la Base Aeronaval de Río Grande.

Pista de Río Grande

El 23 de mayo, Miranda adoptaría exactamente el mismo criterio al hacerse cargo de desarmar cuatro bombas, en la pista de Río Grande, cuando un avión Douglas A-4Q de la Armada, se despistó en el aterrizaje y el piloto perdió la vida al eyectarse. La heroica acción de Miranda permitió que rápidamente la pista quedara de nuevo operativa, cuando aviones Dagger estaban próximos a aterrizar.

Este día, se da un hecho lamentable en la Base Aeronaval de Río Grande. Regresaba de una misión por falla técnica un avión Douglas A-4Q de la Armada, al momento de tocar pista revienta la cubierta principal izquierda. Con lo cual el avión despista y el piloto inmediatamente eyecta la porta bombas con cuatro proyectiles MK 82 de 250 Kg. cayendo casi pegadas a la pista. A continuación, procede a eyectarse, lamentablemente el asiento no funcionó correctamente y esto provocó el fallecimiento del piloto”, recuerda el suboficial.

Me encontraba en las inmediaciones del aeropuerto, donde teníamos improvisado nuestro taller de armamento cuando llega el teniente Galetti y me dice que me llamaba el capitán Robles (él estaba como director de vuelo ese día), con lo cual pensé que estaría en la torre de vuelo o en la sala de pilotos, le contesto que ya voy. Entonces el teniente me dice no y me hace salir hacia la plataforma y que subiera a una camioneta”, rememora Miranda y agrega: “Inmediatamente nos dirigimos a donde estaba el avión accidentado. Al llegar el capitán Robles me dice que estaban regresando nuestros aviones Dagger de Malvinas, que no nos habían derribado ninguno (ese día ya nos habían derribado el C-437 y la pérdida del teniente Ricardo Volponi), pero donde están las bombas no los autorizamos a aterrizar”.

Agregando, solo tienen 10 minutos de combustible, no llegan a una pista alternativa. Inmediatamente mi repuesta fue ‘son de la Armada’, refiriéndome a las bombas, a lo cual él me dice ‘la Armada no las van a desarmar decidí vos que haces, sino las desarmas hay que darle la orden de eyectarse’. Dada la circunstancia, solo atine a decirle ‘que vengan, yo las voy a desarmar’”, afirmó y continuó: “Me dirigí al lugar donde había caído la porta bombas y las cuatro bombas. Procedí a retirar la espoleta de una bomba y alejándola aproximadamente unos 20/30 metros”.

De regreso saco la segunda espoleta y cuando voy saliendo veo que alguien se aproximaba rápidamente a donde estaba (cabe aclarar que casi todo el personal estaba observando hacia el avión accidentado y donde me encontraba con las bombas), se trataba del suboficial de la Armada Carlos Guardia. Con quien procedimos a desarmar las dos bombas restantes. Habíamos logrado desarmar las cuatro bombas y los aviones aterrizaron sin inconvenientes”, comenta el armero.

En agradecimiento por su misión, los suboficiales de la Armada le obsequiaron las espoletas originales del misil Exocet disparado al portaaviones Invencible atacado el 30 de mayo de 1982.

Mirage M5 Dagger

A su vez, el 13 de junio, ratificando su estilo y calidad profesional, con gran autocontrol desactivó en pocos segundos una espoleta, a instantes de explotar, de una bomba instalada en un M-5 Dagger. Impidió así, no solo la destrucción de cuatro aviones, sino también la severa afectación de las instalaciones cercanas y las personas próximas. Con su repetido accionar, Miranda preservó la vida de numerosos hombres y evitó importantes pérdidas de material tanto de la Armada Argentina, como del I Escuadrón de M-5 Dagger, que podrían haber afectado su operatividad.

Al regresar la escuadrilla a su base de despliegue, y ante la información brindada, se conoció la noticia de que habían atacado un buque logístico propio.

Con respecto a las escuadrillas de tres Mirage M-5 Dagger, con indicativo Vulcano, al mando del capitán Roberto Janett y tres M-5, indicativo Zeus, a cargo del capitán Carlos Rhode, ambos cargados con dos bombas de 250 kg. con cola de caída retardada y cañones, uno y otro tendrían la misión de ataque a unidades de artillería en Puerto Harrier.

Antes del despegue, la orden original de ataque a baja cota fue modificada por un bombardeo en altura. Debían cambiarse los detonadores de las bombas.

Posteriormente, en el momento en que se trabajaba en las espoletas del avión del capitán Janett, el suboficial auxiliar Pedro Prudencio Miranda enganchó accidentalmente su campera en una de ellas, y se inició la secuencia de armado del dispositivo. En ese momento, Miranda dio la alarma para desalojar la zona, la desenroscó y logró sacarla en el preciso instante en que se iniciaba el tren de fuego; evitando de esa manera, la explosión que hubiera afectado a cuatro aviones estacionados a la par, un polvorín de campaña, la planta cercana de aero combustible, las instalaciones de la jefatura de aeródromo, donde se encontraba el Centro de Información y Control y la sala de pilotos.

El día 13 de junio, los pilotos salen a los aviones a dar cumplimiento de una orden fragmentaria, con ataque a las tropas inglesas que avanzaban hacia Puerto Argentino. Los aviones estaban artillados con cañones y cada avión con dos bombas Alaveses de 250 kg., con cola retardada por paracaídas y espoletas Kappa III. (Espoleta es el dispositivo necesario para que la bomba explote)”, comenta Miranda y agrega: “Estando los pilotos en los aviones llega una orden de cambiar las espoletas por una de dispositivo eléctrico denominada Kappa E. Estas espoletas estaban graduadas para que se activarán a los 2,6 segundos desde la salida del avión”.

Personalmente me encontraba cambiando las espoletas del avión C-418, ya había cambiado una. Estando colocando la segunda (en la bomba de adelante), se sale enganchado en el guante la cupilla seguro de la espoleta. Inmediatamente grité para que todos se alejarán del lugar. Al mismo tiempo comienzo a desenroscar la espoleta, creó que llegó a un momento de desesperación y logro sacarla de la bomba en el momento que se activa el tren de fuego, alcanzando a rozar la llama la parte exterior (carcaza de hierro) de la bomba”, explica el suboficial.

Salí de abajo del avión e intenté tirarla fuera del alcance del mismo, pero cayó casi al centro del avión. Corrí, la levanté y la arrojé nuevamente, esta vez sí a unos cuantos metros del avión. Creo que fue un milagro, solo Dios sabe cómo y porqué no ocurrió una tragedia”, declara el armero.

Foto de la espoleta que se arma el dia 13 de junio en la aeronave C-418

Con respecto al desactivado de la bomba del avión C-418, debo decir que esta es una espoleta eléctrica y estaba preparada para que a 2,6 segundos lanzada del avión actuará haciendo explotar la bomba, lo cual es el mismo tiempo desde el momento que se me sale la ‘cupilla seguro’, logro retirar en el preciso momento que se inició el tren de fuego”, afirma y agrega: “Una milésima más de tiempo que tardara, hubiera sido la mayor tragedia de la Gesta de Malvinas. Dios nuestro Señor y la Santísima Virgen de Loreto quisieron que esto no ocurriese”.

Una vez más, este experimentado armero de la Fuerza Aérea, se destacaba por su valor y decisión, exponiendo de esa forma su heroísmo ante tan arriesgada situación.

Condecoraciones y el sentimiento del deber cumplido

Esta última acción, junto a sus intervenciones del 2 y 23 de mayo de 1982, lo hicieron merecedor de la “Cruz la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”, la más alta condecoración que otorga nuestro país. Además, el Comité Mundial de Paz, el 3 de febrero de 2019, le concedió el “Diploma de Amigo de la Paz y la Solidaridad”.

A 42 años de la Gesta de Malvinas, el suboficial reflexiona acerca de estos hechos que lo marcador como protagonista: “Me surge una pregunta ‘¿Y por qué a mí?’, y solo encuentro una repuesta “¿Y por qué no?”. Dios sabe por qué a cada ser humano le pone una tarea por delante”.

El sentimiento que me deja el haber sido condecorado, es simplemente que en el transcurso en mi querida Fuerza Aérea he sido alguien que ingresó por vocación. Que supe aprender de cada integrante que se preocupó por mi formación como especialista en armamento y también en la responsabilidad que lleva el ser militar. La mejor condecoración es estar en paz con uno mismo, saber que cumplí”, declara el veterano de Guerra de Malvinas.

Con respecto a las tres actuaciones que me toco actuar, sin lugar a dudas que tenían su peligro. Cada una fue distinta a las otras. Pero nosotros estábamos preparados mentalmente para actuar ante cualquier peligro”, explica el suboficial principal “VGM” (R) Pedro Prudencio Miranda y concluye: “Suelo decir que, durante la Gesta de Malvinas, supe lo que es tener miedo antes y después de una acción de extremo peligro. Pero el miedo en lo personal no me impidió llevar adelante mi tarea, en todo caso fue mi aliado para que actuará con precaución”.

Fuente: Direccion de Estudios Historicos / La Fuerza Aerea en Malvinas Tomo: I- II- III