Gesta de Malvinas

La Guerra de Malvinas a través de los ojos del suboficial auxiliar (R) "VGM" Ernesto Cecconello

Redacción por Lic. Sofía Moreyra

06-07-2024.
 Con tan sólo 30 años, le tocó vivir lo que él mismo describe como ¨uno de los hitos más grandes de la historia argentina¨

El presente testimonio fue extraído de la entrevista realizada por los aspirantes de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Córdoba al suboficial auxiliar “VGM” (R) Ernesto Cecconello el 2 de abril de 2023.


Corría el año 1982 cuando el suboficial auxiliar “VGM” (R) Ernesto Cecconello, en ese momento cabo principal de la Fuerza Aérea Argentina, partía hacia el Atlántico Sur, destino que dejaría una huella imborrable en su vida.

En aquel entonces, abril de 1982, tenía el grado de cabo principal, la edad de 30 años y una familia conformada por su esposa y dos pequeñas hijas de 3 y 5 años. Desempeñaba sus funciones como comunicante en la antigua Fábrica Militar de Aviones de Córdoba.

Al trabajar en un Área Logística y no dentro de una brigada de la Fuerza Aérea donde se encontraban las aeronaves para combate, Cecconello pensó qué lejos estaba la posibilidad de poder asistir al hito histórico que representaba la inminente Guerra de Malvinas.

¨Para mí fue una gran sorpresa, porque la Fuerza Aérea Argentina no había tenido hasta ese momento, historia de un conflicto armado por la soberanía. Entonces me pareció que se avecinaba algo muy importante¨, declaró.

Los preparativos

A medida que los hechos se precipitaban, llegó la orden de estar alistados para acudir inmediatamente a su unidad en caso de ser convocados. Aunque él aún creía que no iba a participar del Conflicto, la posibilidad se acercaba y decidió preparar a su familia, en caso de tener que movilizarse desde Córdoba hacia el sur.

El 11 de abril llegó el momento menos pensado, a las 3 de la mañana el suboficial Cecconello fue convocado a la Fábrica Militar para tomar enterado que debía trasladarse hacia Comodoro Rivadavia. La orden era clara, retirar los elementos necesarios, ropa para zona fría, armamento y lo demás sería provisto una vez que arribaran al destino.

Partió desde el aeropuerto de Córdoba junto a una compañía de soldados de la Escuela de Aviación hacia Comodoro Rivadavia, llevando consigo los elementos para el combate y la ilusión de regresar. Junto a otros cinco suboficiales, llegó a destino, donde se agregó el entonces jefe de servicio de comunicaciones de la fábrica, el capitán Eduardo Re, quien había sido designado para ir a Malvinas y crear un servicio de comunicaciones en la Isla.

Re había solicitado a su personal para trabajar desde las Islas, pero quedaba a voluntad de cada uno de ellos si querían acompañarlo o no. Se les dio 5 minutos para decidir el rumbo que tomarían sus vidas.

Así fue como resolvieron participar de lo que les exigía el servicio, Cecconello no quería perder esa oportunidad, así que decidió formar parte de la Guerra de Malvinas, y el día 13 de abril cruzaron en un Fokker hacia Puerto Argentino.

La Patria en lo más alto

En Puerto Argentino les informaron que el servicio de comunicación iba a desempeñarse en la Base Aérea Militar Cóndor, por lo cual trasladan al equipo de comunicaciones desde Puerto Argentino hasta Pradera del Ganso, donde comenzaron a trabajar. Para el día 26 de abril la Base estaba en servicio, al igual que las comunicaciones.

En la Argentina se vivían momentos de convulsión política, económica y social, junto con una gran incertidumbre desde el ámbito militar con respecto a la Guerra. Pero el suboficial Cecconello recuerda que existía un gran orgullo, porque la Fuerza Aérea iba a participar de un hecho histórico al defender la soberanía nacional.

A pesar del miedo, el orgullo lo motivaba a querer participar y dar lo mejor de sí profesionalmente: "Todos teníamos miedo, pero el adiestramiento militar hace que uno al sentir miedo ante situaciones límites, va educándolo y adquiriendo coraje. Cuando uno dice que es un hombre de coraje, no quiere decir que no tiene miedo, lo ha disciplinado de tal manera que lo utiliza para sobrevivir y poder cumplir una misión".

El suboficial Cecconello recuerda el temor que sintió cuando comenzó el combate, miedo porque creyó que no volvía, porque pensó que sus hijas iban a quedarse sin padre, pero eso lo instaba a trabajar mucho más: "para cuidar mi vida, para que mi familia, mis padres, mi señora y mis hijas se sintieran orgullosos de lo que iba a hacer".

Noticias desde el continente

El 21 de mayo, la lancha Guarda Costa de la Prefectura Naval Argentina, “Rio Iguazú”, navegaba rumbo al muelle de Pradera del Ganso, asiento de la Base Aérea Militar Cóndor, cuando dos aviones enemigos atacaron la embarcación antes de que esta pudiese llegar a destino.

El relato de este combate fue seguido por el personal del Puesto Comando y Servicio de Comunicaciones de la BAM Cóndor, lugar de asiento del suboficial Cecconello. Prontamente se organizó un rescate con el fin de recuperar la carga y rescatar heridos.

Días antes, el suboficial había recibido una carta de su familia que, debido al arduo e incesante trabajo que desarrollaban durante el conflicto, no había podido leer. Una vez terminada la misión de rescate luego del ataque, quedó en el personal presente un gran nerviosismo, por lo que el suboficial decidió retirarse hacia un costado para aliviar tensión y comenzó a leer la carta.

En ella, su esposa con 24 años, le detallaba cómo vivía sus días, principalmente sus hijas. Ella también tenía una misión, tratar de mantenerlas como si la ausencia de su padre fuera un juego, en donde él estaba de viaje en un lugar lejano, esa era la explicación.

En aquella carta, el suboficial Cecconello recuerda haber recibido de sus hijas “algunas letritas y garabatos”, junto a dos pedidos: “La más grande me pide chocolates y la más chica pedía una bandera. A mí en ese momento me dio gran tranquilidad porque veía que mi señora estaba sola y manejaba la situación sin tanto estrés, porque si mis hijas pedían chocolates y una bandera no tenían idea de lo que estaba viviendo yo en el mes de mayo en pleno conflicto. Por eso la emoción fue tan fuerte que me largué a llorar”.

En ese momento ingresa el entonces alférez Favre, con quien el suboficial había entablado una pequeña amistad. El alférez había ido como voluntario a la misión de rescate de la lancha guarda costa “Rio Iguazú”, y al regresar encuentra a Cecconello llorando con la carta en sus manos.

Favre intentó alentarlo y le preguntó por qué lloraba, por lo que el suboficial le enseña su carta emocionado. El alférez sale del puesto y luego de unos minutos regresa trayendo consigo una bandera que había rescatado del guardacostas y con gran compañerismo le dijo: “Tomá, llevale esta bandera a tu hija y deja de llorar”.

Desde aquel día y en honor al pedido de sus hijas que lo esperaban en el continente, quedaría grabada en su memoria la frase “Chocolates y una bandera”.

29 de mayo, un día para olvidar

Durante la experiencia extrema del combate, Cecconello recuerda que lo único que interesaba en ese momento era sobrevivir, sobrevivir al minuto que seguía sin dejar de cumplir lo que estaban capacitados para hacer. En su caso, conservar los equipos operativos para mantener las comunicaciones con los distintos puestos de la Base, en medio de los permanentes ataques aéreos sobre la BAM Cóndor sufridos durante el mes de mayo.

Pero la situación iba a empeorar aún más: “El golpe emocional más serio que tuve fue el momento en que fui tomado prisionero. Nadie se prepara para eso, yo no me había hecho la idea de que iba a ser tomado prisionero (…). Pensé que en el combate de Malvinas me iban a hacer un relevo, o que podía ser herido en combate. También pensé que volvía triunfante, pero jamás que iba a ser tomado prisionero”.

 

Entre sus recuerdos más tristes se encuentra el día 29 de mayo, fecha en que fue capturado por el Grupo de Paracaidistas Nro2 del ejército inglés, experiencia que perdura en su memoria y que ha quedado grabada junto con la indiferencia que sintieron al regresar de la guerra de parte de la ciudadanía, durante los primeros años.

A pesar de ese sabor amargo, con la templanza de un gran militar, el suboficial auxiliar Cecconello recuerda con orgullo la actuación que tuvo la Fuerza Aérea: “es para mí el mayor orgullo, que opaca un poco esa triste experiencia de haber sido prisionero”.

Aquel 29 de mayo, el suboficial es tomado cautivo y sólo se les permite llevar consigo sus bolsas de dormir y un bolso personal muy pequeño, donde Cecconello guardó sus cartas, algunas pertenencias y la preciada bandera: “no quería darles la bandera a los ingleses, tampoco la quería destruir porque quería cumplir con la promesa que le había hecho a la distancia a mi hija, entonces la escondí en el fondo del bolso, tuve la dicha o la ayuda de la providencia que nunca me la sacaron”, recuerda con gran emoción.

También conservó unos chocolates que guardó junto con la bandera y cuando pudo regresar al continente, finalizado el conflicto, una vez en su Córdoba natal, sacó de su bolso los chocolates que no comió y la bandera que entregó a sus hijas, para cumplir con la promesa que había hecho en su interior.

Dicha bandera fue exhibida en el Museo Nacional de Malvinas de la Provincia de Córdoba y en la actualidad es atesorada por su hija menor, Claudia.

Volver a casa

Durante el trayecto que comenzó el 29 de mayo, cuando personal militar argentino es aprisionado, entre ellos, el suboficial Cecconello, se los interrogaba y luego se intentó trasladar a un grupo reducido en un helicóptero hacia el campo de prisioneros de Bahía San Carlos, donde se encontraba el centro de comando inglés. Pero por alguna razón que el suboficial auxiliar aún desconoce, antes de llegar a destino, descendieron en un ferry llamado Norland.

Cecconello recuerda haber pasado un tiempo en aquel lugar, con bastante incertidumbre ya que no sabían dónde se encontraban. En esos días y para sorpresa del personal cautivo, el ferry es abordado por integrantes de la Cruz Roja Internacional y gracias a su intervención, los prisioneros fueron liberados en Montevideo, Uruguay.

Fue así como el 13 de junio comenzó el retorno hacia el hogar. Una vez descendidos del barco inglés, abordaron una embarcación de la Armada Argentina y se inició el cruce del Río de La Plata para llegar a Buenos Aires.

En aquel momento, el capitán de la embarcación les informa a sus tripulantes que Puerto Argentino iba a efectuar la rendición, lo que significaba que el combate llegaba a su fin. El suboficial recuerda con nostalgia: “Para nosotros fue una gran frustración, nadie entendía lo que pasaba en el barco, sentíamos alegría porque volvíamos al país vivos y queríamos juntarnos con nuestros seres queridos, pero una gran frustración y amargura porque se había perdido el Conflicto”.

Al regresar a sus vidas habituales, debieron luego reintegrarse a sus puestos de trabajo, pero los recuerdos del conflicto aquejaban. El suboficial Cecconello explica que, al regreso, la urgencia de tener una familia lo obligaba a mantenerse entero, aunque en su interior los recuerdos permanecían. Además, explica que “luego de la Guerra, es difícil para un veterano encontrar un lugar en la sociedad donde poder conversar de sus problemas”.

A pesar de buscar la fuerza para poder sobrellevar el pasado, su vida emocional se volvió muy inestable, comenzó a aislarse con sus pensamientos, y durante 10 años no pudo hablar de sus recuerdos. Fue así como ganó el silencio y en el año 1984 fue retirado del servicio activo debido a su inestabilidad emocional.

En ese año, su vida cambia radicalmente cuando debe renunciar a la Fuerza Aérea: “Debí dejar a lo que yo aspiraba, que era la carrera de suboficial. Yo era suboficial auxiliar, o sea que no iba a poder llegar a suboficial mayor. Fue una gran frustración, pero primaba darles casa y educación a mis hijas, así que fui llevando ese problema internamente”.

Posteriormente, Cecconello tuvo la oportunidad de ingresar a la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Córdoba como personal docente. Fue allí donde logró recuperarse poco a poco al comenzar a exteriorizar sus recuerdos de la Guerra: “Allí pude contar a los futuros camaradas lo que había vivido con la participación de la Fuerza Aérea en el Conflicto de Malvinas”.

Gracias al apoyo de su familia, tratamiento médico y a su incipiente carrera como docente que inició en el año 2000, el suboficial Cecconello logró volver a hablar de sus memorias sobre la Gesta de Malvinas. Esto le permitió canalizar el dolor de no haber podido compartir antes su historia, la tristeza por sus camaradas perdidos y las experiencias de combate que nunca se borrarán.

La importancia de mantener la historia viva

Con gran humildad, el suboficial Cecconello insta a sus camaradas a que puedan hablar, a que compartan las pequeñas anécdotas que hacen a la historia, porque el tiempo avanza y las personas perecen, y con ellos se van los relatos.

El suboficial auxiliar expresa con convicción: “Cada veterano tiene un pequeño detalle que hace a esta gran entrega que hizo la Fuerza Aérea en un conflicto por su soberanía. Esto alimenta la grandeza de la Institución y cada uno nos comprometemos cuando entramos, juramos defender a nuestra bandera y a nuestra Patria con un juramento que compromete nuestra vida. Este trabajo es el único que jura trabajar a costa de nuestra vida”.

El testimonio del suboficial auxiliar Cecconello es el relato vivo de nuestra historia. Es muestra de valor y valentía.

Honor y gloria a los caídos, a los que regresaron, a los que aún recuerdan y transmiten con compromiso el legado de nuestra Patria.